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LA SABIDURÍA Y EL AMOR DE LAS PARTÍCULAS SUBATOMICAS (Del libro en preparación “Tiempo de Ser”)
Las partículas subatómicas están, pero no necesitamos saber dónde, porque no son una creación nuestra sino que estaban antes, por lo menos antes de este despertar de la conciencia, que termina asumiendo una identidad.
Las partículas subatómicas están y simplemente es necesario saberlo y reconocerlo. No necesitamos que estén inmóviles o quietas, esperando a que las miremos, algo por lo demás prácticamente imposible y por tanto carente de sentido. Pero están.

El paso posterior es reconocer que están haciendo exactamente lo adecuado.
Su programa, actuación y su decisión de hacer, hagan lo que hagan, no es resultante de una orden, creación o deseo nuestro, sino que están. Pero el siguiente paso para la expansión de la conciencia individual, por donde quizá se va a asomar el todo, es reconocer que están haciendo exactamente lo adecuado, conveniente y necesario para sostenerte y apoyarte en tu acción, sea cual sea ésta.

Reconocer la sabiduría de estas partículas es reconocer la sabiduría de la creación y reconocer su ser espiritual sabio.
Reconocer la existencia de algo que no ves es adentrarte en lo que hay más allá de la forma, y eso solo lo puedes hacer reconociendo también su sabiduría, y en el nivel máximo de sabiduría, reconociendo su amor.
Aunque sabiduría y amor parecen dos cosas diferentes, posiblemente el máximo de la sabiduría esté en el amor, no en el antiamor. Es decir, el máximo de sabiduría conlleva también el máximo de amor.

Entonces, estamos entrando en algo donde lo que se mueve no es visible pero sí reconocible a través de un diálogo interno, porque las acciones también son parte de un diálogo. El diálogo puede ser de palabra, pero también de hechos, que es el lenguaje de los símbolos. Es decir, puede ser a través de palabras pero también a través de palabras no formuladas o telepáticas, pero que se traducen en acciones.
Por ejemplo, si haces una reverencia o un gesto de respeto con la cabeza, ese hecho es también una palabra. Si respetas esa fuerza sabia de máxima sabiduría que también traduce el amor, y lo reconoces a través de un gesto exterior, tiene un valor similar al que tuviera una palabra.

Por eso en algún momento de la historia se ha utilizado el hecho simbólico y gestual, y en algún momento ha comenzado la acción expresada a través de la palabra. También antes se expresaba a través de la palabra, pero hay un paso que está traduciendo una expansión de la conciencia, donde no es necesario gestos exteriores sino una actuación interior, que traduce el diálogo interior.

Ese diálogo interior e invisible, solamente conocible por tu conciencia, te sitúa en el interior de la realidad, más allá de la forma, donde se mueven estas fuerzas que has reconocido como sabias y amorosas, con una sabiduría toti potencial, que abre todas las posibilidades y se traduce en hechos milagrosos, donde lo que sustenta es el amor pero también la plasticidad de posibilidades de la realidad.

En la realidad hay un momento donde las leyes saltan, son innecesarias y no funcionan, y entonces se producen hechos milagrosos, absolutamente fuera de los contornos que delimitan las leyes como posible.
Cuando entras en el diálogo interior estás interactuando de forma dialogante con esa fuerza todopoderosa y omnisciente y amorosa que crea la vida.