CALENDARIO MAYA – VÍA TZOLKIN:

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desde la cueva small
Una cosa muy importante con los problemas es comprobar cómo cuando es imposible encontrar la solución es cuando aparece. Es decir, algo que ayuda al ser humano a “ser” humano es encontrar la solución cuando no puede encontrarla. Y eso es la pascua, la entrada de un agujero de gusano que te instala en otra dimensión. Eso es también un nuevo nacimiento.

Cuando los problemas puedes resolverlos, por tu capacidad, astucia o engaño, incluso fuera de la ley, quiere decir que son temas a tu medida, en tu dimensión. Pero cuando te enfrentas a situaciones que superan completamente tus capacidades, entonces encontrar que aparece una solución es conectar con dimensiones superiores.
Cuando el ser humano conecta con dimensiones superiores se da cuenta de que su puntual pequeñez está conectada con la totalidad, el núcleo profundo, incalculable, medible e inexpresable del UNO.

Por eso los problemas son una bendición. Entrar en ese diálogo del problema imposible, que te hace pequeño, es el diálogo de la pascua. Encontrar la solución frente al gran enemigo o depredador es purificador para el ser humano, ya que se establece una iluminación cuando contemplas cómo se abre un camino por el imposible, que no es un camino puntual, sino en lo imposible, sostenido y permanente.
Entonces descubres quién eres, qué haces aquí en el tiempo, porque no estamos aquí en la tierra, sino en el tiempo, pero no pertenecemos a él.

Por eso la entrada en el tercer castillo, castillo azul del tiempo, es también el castillo azul de la conciencia y del nuevo nacimiento, donde conectas con tu programa y con tu semilla, dándote cuenta de que la semilla, ese granito que tienes en la mano, está viajando en otro tiempo, que no se acaba.
La semilla es un viajero en el tiempo y tú eres una semilla, y al ser una semilla posees un cuerpo de luz, que es el que establece tu realidad. Entonces no necesitas ser fuerte, sencillamente porque ERES. No necesitas añadir nada al ser.

Cuando despiertas al ser y a la realidad semilla, del ser siendo en el tiempo para florecer en el momento adecuado, y lo incorporas como realidad personal; cuando te consta que esa es tu realidad, entonces también te das cuenta e incorporas que has recibido un entrenamiento.
El embrión, en el seno de su madre, también es una semilla y como tal no tiene que hacer nada. El embrión no precisa ni siquiera de una actitud, de un lenguaje o de un conocimiento, sino que simplemente está en esa quietud, con los movimientos que quiera tener pero siempre intranscendentes, porque no son movimientos factoría, que fabriquen algo, sino que son puro amor y expresión de estar vivo. Entonces, durante todo ese tiempo, te das cuenta de que no tienes que hacer nada y recibes todo lo que necesitas: la nutrición, el alimento, el cuidado…
Estás dentro de un plan, porque todo transcurre según lo previsto, o por lo menos encuentras que no haces nada y todo sucede. El periodo embrionario es como el entrenamiento, porque de alguna manera también pudiera ser que lo que estemos haciendo aquí, en el tiempo y en la tierra, sea la recuperación del programa, de la semilla, y no necesitemos hacer nada.
En este caso y dentro del castillo azul, parece que la actitud es desde la inocencia y la alegría, y como tercera herramienta desde el in lak’ech o ley del espejo, considerando a todas las personas sin juzgarlas, tratando de devolverles su imagen divina, normalmente lastimada, como una propuesta.

En realidad, el espejo es RA, que podemos traducirlo como “espejo” y también por “ver” y por “luz”, como conceptos aislados. Pero también requiere una consideración amplia, como una ampliación de la conciencia, y entonces encontramos que el espejo, siguiendo el código Tzolkin, es el ensueño de la noche, que también es una visualización o forma de mirar, desde la abundancia y la paz, y no desde la víctima, la escasez o el miedo.
Si compruebas que eres tratado como hijo deseado y eres nutrido permanentemente sin esfuerzo, eso es lo que significa esa semilla y ese nuevo nacimiento.

Al recurrir al código de los jeroglíficos encontramos que el nombre de hijo es SA, nombre que se le daba a los faraones, siendo el faraón un momento iniciático de despertar.
Entonces tenemos SA como hijo y RA como ver. Eso es lo que contiene el tercer castillo, la SEMILLA como programa, unida a un cuerpo de luz, que es la SERPIENTE y también uno de los símbolos de los faraones, el RA del ESPEJO y del ver, junto con el MONO de la inocencia, del nuevo nacimiento y de la alegría pero también de ese TOT azul, donde las experiencias te nutren como RA.