CALENDARIO MAYA – VÍA TZOLKIN:

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Hay un drama en la identificación, incluso cuando contiene respeto y eso le hace aparecer como conveniente. Pero siendo importante el respeto, cuando es soporte a la identificación, también es un drama, o sea te hace infeliz y fuera de lo óptimo.

Cuando dices vitalmente “soy esto” y aquello que llamas “esto” deja de ser importante, puedes llegar a creer que, aun conteniendo la vibración Dios o vibración de lo óptimo, pasas a ser “no importante”, y entonces aparece el sofisma engañoso que te lanza fuera del ser y te convierte de alguna manera en una “víctima”.

La identificación del “yo soy esto”, cuando viene llena de un respeto a “esto”, como un hecho cultural, puede darle valor a ese hecho cultural. Pero cuando la fuerza y el respeto vienen del “esto” y no del “soy”, impiden lo óptimo, aunque afortunadamente solo en el momento, como un pliegue en el calcetín que a la larga es bastante molesto, pero que finalmente te vas a quitar aunque solo sea para mudarte -en el caso de que duermas con calcetines-.

La sociedad de la estrella nos habla de lo óptimo.
En algunas tradiciones de Mesoamérica, donde conviven pueblos que han ido llegando en muy diferentes periodos, con incluso distancias temporales de más de mil años, y donde conviven infinidad de lenguas diferentes, sucede un hecho singular, y es que TODOS, aun no compartiendo la lengua, sí comparten una forma de contar el tiempo donde hay 20 días diferentes que se van repitiendo de 20 en 20; aunque con formas variadas de hacerlo, siempre tienen la base de 20.
Eso es común. La lengua no es común sino muy divergente, pero la forma de contar los días tiene un punto común.

Habiendo centenares de lenguas e incluso de troncos muy diferentes, podemos darnos cuenta de que es imposible que a todas esas diferentes culturas que aparecen en tiempos tan distantes se les haya ocurrido parcelar el tiempo de 20 en 20 a la vez.
Evidentemente unos lo han tomado de otros, con lo cual significa que pueblos diferentes pueden comprender ese lenguaje, aunque el lenguaje de las palabras no sea el mismo ni el origen, porque la mayor parte de los pueblos de Mesoamérica cuentan entre sus historias ancestrales cómo llegaron hasta allí procediendo de otro sitio.

De esta manera podemos entender que aquello que se expresa con los 20 sellos o las 20 ondas, es asequible a los que aún lo desconocen.

La estrella es el sello 8, que es una forma de infinito como símbolo, haciendo referencia o sintonizando con el octavo día de la semana, que es lo que en realidad celebra en resonancia con la era común, ya que lo importante que define a la era común no es el nacimiento de Jesucristo ni su muerte, sino su resurrección, la cual sucede el octavo día.
También el humano aparece en las ondas como 8, de modo que parte del significado de la estrella va a estar referido al humano.

El 8, tanto el código maya como en el azteca -que en realidad fueron enemigos, porque competían por la hegemonía-, es el conejo.
Sin embargo, el nombre de la estrella, que corresponde como sello al 8 y por lo tanto al conejo, es una aportación de la persona encargada de abrir este territorio de los 20 sellos y las 20 ondas a toda la humanidad. Desde su alma de artista y en consonancia pura con la estrella en la era espacial, esta persona denominó al conejo, “estrella”, porque en realidad estaba abriendo un conocimiento -hasta entonces en un ámbito cultural, que aun así aparecía como aglutinante sin esfuerzo, pero que en realidad no era en propiedad-, a todos los que mirando al cielo pueden ver las estrellas. Gracias

Todo el mundo puede mirar al cielo y ver las estrellas, pero en ese ámbito de Mesoamérica, cuando miraban la luna veían un conejo.
Solo puede ver un conejo en la luna alguien a quien le hayan dicho que se puede ver un conejo. Ciertamente es una palabra bella –gracias, belleza-, pero suceden varias cosas donde pueden aparecer hechos sincrónicos.
Posiblemente lo más parecido a las estrellas puedan ser los conejos, aunque solo sea por la cantidad. Sin embargo, la invitación a ver un conejo en la luna -estamos hablando de aquello que inicia el castillo verde (la luna) y aquello que lo culmina (la estrella), o al menos la onda 20 que se inicia con el sello 8,- iba acompañada de una explicación o parábola, o sea de una palabra.
Quetzalcóatl había estado peregrinando por muchos lugares –estamos hablando de Quetzalcóatl el caminante del cielo, según el alma pura y artista. Gracias 100 ojos, capaces de ver 100 maravillas en 100 direcciones diferentes-, y este peregrino Quetzalcóatl -claro que peregrino nos recuerda a Wirikuta y a sus peregrinos- estaba cansado y agotado, y cuando ya se hizo de noche y salió la luna se sentó en el camino, no teniendo nada con qué reponer las fuerzas. Entonces pasó un conejo y se saludaron y Quetzalcóatl le preguntó qué comía, y el conejo le dijo que estaba comiendo zacate y le ofreció, pero Quetzalcóatl dijo que él no comía eso. El conejo, viendo que Quetzalcóatl estaba agotado y que estaba diciendo que se iba a tumbar a morirse ahí, le dijo “cómeme a mí”.
Esa es la razón por la cual el conejo aparece en la luna.
Gracias, conejo. Gracias, luna. Gracias Quetzalcóatl. Y gracias guardianes compartidores de esta sabiduría.

Ciertamente en la quinta dimensión no te identificas. Tu trato siempre es algo muy importante, que es nutritivo. Puedes dar lo que tienes, porque eres y no porque seas una cosa u otra (ya sea un conejo o un jugador de basket), sino porque eres vida, y siempre lo serás, y solo dejarás de ser vida cuando tu trato deje de ser amoroso y nutritivo con tus semejantes, o sea con tus pares.
Gracias y perdón.