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Es curioso, mejor dicho sorprendente, sincrónicamente sorprendente. Sospechamos o intuimos que está lleno de sentido que se quiera celebrar reivindicativamente a la mujer y se ponga a ese día el nombre de “mujer trabajadora”. Entendemos que ciertamente la mujer es siempre “trabajadora”, pero por puro gusto, por puro disfrute y como expresión de la fuerza creadora existente en dimensiones superiores, es decir, la mujer es esencialmente trabajadora porque Dios no es ningún vago.

Una de las demostraciones de la permanente actividad de la mujer es su ciclo menstrual. Está fabricando algo para algo, y si no sucede, lo retira para volver a empezar. Es pura creación, como el mar, que no se para nunca. Solamente está parado cuando se hiela, y ni siquiera, porque sólo está quieto, y en realidad continúa empujando hasta que se arranca, que es cuando se producen los icebergs.

Otra de las atribuciones de la mujer es “internacional”, que está más allá de las fronteras. Es decir, la mujer es la humanidad. En esa faceta la mujer siempre está asociada a producir belleza en el entorno y a ocuparse de las personas que no pueden valerse; a la solidaridad. Por eso efectivamente la mujer puede ser considerada incansablemente solidaria, nutriendo y enseñando.