CALENDARIO MAYA – VÍA TZOLKIN:

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El Tzolkin es una elipse.
El Tzolkin puede ser representado gráficamente como una elipse, es decir, algo similar al movimiento de la tierra alrededor del sol. La tierra, en su desplazamiento anual entorno al sol tiene dos momentos que son los más alejados de la elipse, y otros dos donde la elipse se aplana y representan la máxima cercanía.

Su traducción en el ritmo de las estaciones está en relación con los equinoccios y los solsticios. Hay dos momentos, en los inicios del invierno y de su opuesto el verano, en los que el día o la noche son muy largos, estando en los extremos más alejados de la elipse.
Hay otros dos momentos en que los días son iguales y la luminosidad y la oscuridad se equilibran, que son los equinoccios de primavera y otoño. En esos momentos los días son prácticamente iguales a las noches, aunque depende del lugar de la tierra en el que estés, pero la tendencia es esa.

De la misma manera, vemos que el Tzolkin describe un movimiento en sentido fluyente del 1 al 260, que se inicia en un extremo con el DRAGÓN 1, con el sello 1 y el tono 1, y concluye en el punto más alejado que es el SOL 13, sello 20 y tono 13.
Hay otros dos momentos en que esos dos mismos sellos aparecen con el tono 7 (DRAGÓN 7 y SOL 7), encontrándose el tono 7 en el centro de los tonos. Encontramos en los dos extremos opuestos de la elipse al sol 7 y al dragón 7, que tienen en común con el inicio de la primavera y del otoño que la luz es igual; no es la más grande ni la más pequeña, sino que está en el centro.
Mientras, los tonos 1 y 13 indican los extremos máximos, donde la luz es máxima o mínima.

Los tonos 7, que son opuestos y hablan de lo mismo, están equilibrados y corresponden a la primavera y al otoño, mientras que los tonos 1 y 13 están extremados y corresponden al invierno y al verano.

De esta manera, encontramos que hay una representación del movimiento en elipse del transcurso del tiempo, que es una traducción del movimiento de la tierra en el espacio.
Claro, hemos utilizado 260 del Tzolkin donde la tierra utiliza 365. De esa manera nunca van a coincidir.
Sin embargo como son 260 rápidamente se alejan de esa ubicación, quedando deslocalizados, y no se corresponden en el tiempo.

Podríamos preguntarnos qué utilidad tiene una forma de medir el tiempo que no se corresponde con los movimientos de los astros, aunque diseñan lo mismo y son un símil.
Aquí las preguntas abren puertas. Cuando encuentras la respuesta adecuada, como sucede con las preguntas de la esfinge, hay algo que se abre, poniendo en evidencia el poder mágico de ampliar la realidad, la vivencia y la vida que contienen las palabras, y también su poder creador, que es el poder creador del pensamiento.
Seshat, que está representada por una estrella, es la divinidad egipcia de las palabras. Como “diosa” es la representación conceptual del poder del hombre despierto, que evolutivamente busca su conexión desde el interior con la profundidad de la vida. Ese poder pertenece al hombre desde el momento en que lo encuentra.

Ese es el motivo por el que es una gestación, una recreación del ser humano donde estas cuestiones se plantean por medio de los símbolos.
Los símbolos son cuestiones: qué ves cuando miras al símbolo. Cuando avanzas meditativamente y te asientas en el diálogo con dimensiones superiores, vas naciendo e incorporando esa realidad plena del ser siendo.

La cuestión que se plantea es porqué un símil del movimiento de la tierra, cuando diseña el año en algo que se deslocaliza del año, se hace independiente del tiempo, pero conteniendo al tiempo. Está hablando de la posibilidad de otro tiempo; del mismo mecanismo del tiempo desde otra actitud.
El tiempo de 260 del Tzolkin, que bien podemos considerar como tiempo sagrado, no precisa una localización del sol y la luna.

El Tzolkin se inicia con un sello de la familia portal, que es donde está el agua (luna), el programa de la creación (semilla) y también la resurrección (tormenta), que es la conexión con el Dios creador que produce la vida incluso en la muerte. Es fácil producir vida en la vida: coges semillas vivas y crece la vida; coges óvulos o espermatozoides vivos y crece la vida. Pero ¿y si los espermatozoides, los óvulos o las semillas están muertos? El ser siendo, incluso en esa situación también crea la vida y no necesita el vehículo formal. Es un nivel diferente.

El tiempo sagrado del Tzolkin, donde te conectas con el ser siendo despertando a esa realidad, está expresando una puerta con la característica de la familia portal; hay una actitud asociada a las características de la familia portal por donde entras a la vivencia del tiempo sagrado: la emoción, el agua y la luna (luna) te llevan al cielo, transcendiendo la parte forma o material de la tierra; el programa (semilla); la posibilidad o capacidad del dios creador para crear la vida incluso desde la muerte (tormenta); y un cuarto elemento (mago), que es una actitud donde están representadas plenamente las características humanas.

La luna es una luna y puede ser atribuida al ser humano, al igual que la semilla y la tormenta, pero el mago es el ser humano.
El mago, como aprendizaje, recuerdo, redescubrimiento, iniciación y discipulado tiene dos asociaciones, una con la sanación y el reconocimiento a las faltas al amor de la mano, que es su sello oculto, y otra con la onda del águila, es decir el acceso al ver de la estrella.
El Tzolkin de 260 que expresa el tiempo no tiene una puerta determinada por la situación en que se encuentra el sol o la tierra, sino una puerta en relación a la actitud del ser humano: el reencuentro con la emoción, el discipulado como seguir, iniciarse, escuchar y aprender de forma que se produce un recuerdo, pero también como búsqueda de aquellos momentos en que has sido enemigo del amor, y una disposición para ver de forma diferente.