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¿Existe la pareja?
Sí, la pareja existe, porque lo confirman y lo atestiguan, y además con rotundidad, unos seres muy diminutos con cierta característica atemporal, es decir, capaces de viajar en el tiempo, y además plenos de intensidad, como son los cromosomas.
Los cromosomas afirman sin dejar resquicio a la duda que la pareja existe, porque si no, su ser no tendría sentido. Y no solo afirman que la pareja existe, sino que es una puerta, una puerta a lo atemporal, una puerta al Big Bang, es decir, a la creación, al ser siendo.
Por eso quizá sea un objetivo, o mejor dicho quizá sea el objetivo para la individualidad en un determinado momento.

Merece la pena considerarlo en un tiempo, “con minúscula”, en el que se acerca una llamada de atención a las conciencias en forma de “día internacional de la mujer”, donde, bueno sí, podemos hablar de la igualdad salarial, que es muy importante para los “salariales”, hasta que se dan cuenta de que nadie es salarial, pero entre tanto sí sirve, porque habla de igualdad. Pero más allá del viaje al ego salarial, lo que interesa es la plenitud, que es el escenario detrás de la puerta dimensional. La mujer está en la puerta dimensional y no requiere salarios sino autenticidad, despojarse de lo que le permite un salario, despojarse incluso del concepto de igualdad, que también es válido hasta que se da cuenta de que es inútil, porque no se trata de medir sino de autenticidad.

No se trata de protegerse, que es quizá para lo que puede servir el código salario, sino de encontrar esa puerta, la puerta de los cromosomas, es decir, la puerta de la intensidad vivencial donde lo único que es necesario para que se abra es el amor, porque el impulso de los cromosomas y su fuerza Big Bang es amor.