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(26/04/2014)
La integridad está relacionada con el alma. Por eso es importante conocer y reconocer el trabajo del alma, porque va a expresar la realidad de la persona.

La integridad aparece como algo relacionado con la personalidad o con el rol social, y por tanto con los valores de una cultura, etnia, género o incluso de una clase social o época. Sin embargo, puesto que el ser es independiente de la época, cultura, etnia y clase social, lo que realmente va a traducir a la persona real es el crecimiento del alma, que quizá sea aparente como tal crecimiento y lo que esté traduciendo sea más bien una especie de despertar de la conciencia o una identificación consciente con lo óptimo.

Por eso se relaciona el alma, de un modo analógico más que de un modo lógico, con la luna o también con la repetición. Si tienes un manojo de 100 llaves de distintos tamaños y formas y 100 puertas para abrir, a base de repetir llegas a identificar qué llave es la que abre tal puerta, y eso también podría ser una representación del alma, de modo que hay una acumulación de conocimientos a través de la repetición, o sea un aprendizaje, pero también una actualización, un hacer presente.
Es importante conectar el espíritu y el alma, porque si no, nos situamos permanentemente en un presente limitado y no expandido, porque solamente es el presente que está probando las llaves, y aun teniendo 100 solamente ha probado 25; en su presente hay 100, pero en su presente limitado solo 25.

Hay grandes ayudas para la solución desde el alma.
Hay un diálogo desde el alma con otras almas, a través de la telepatía y del sentir interno.
El sentir interno, que puede entrar en conexión con otros “sentir interno” telepáticamente, es anulado por el ego y por ello precisa deshacerse del ego. Es un descendimiento que muchas veces se presenta como políticamente incorrecto por las ideologías del momento.

El sello del espejo y la cruz chacana nos presentan cómo las escaleras son ascendentes pero también descendentes. Aquello que está representado a través del sello del espejo como la realidad, contiene escaleras que ascienden y escaleras que descienden. En momentos, hay elevación, y en momentos, el auténtico camino para llegar a un sitio real, es un descenso; un descenso al interior, que es una entrada en la soledad, y una elevación al encuentro del otro y de la sociedad de la estrella, que será tanto más real como elevación cuanto mayor haya sido el descenso; un descenso al perdón y una elevación al amor; un descenso a lo insignificante y un ascenso a lo explendente.
Si, gracias, insignificante, que permite lucir a lo explendente.

El diálogo de las almas es posible y además es constante, y descubrirlo te introduce en el gozo y repara la malla o red que une a todos los seres humanos.
Los hilos de la paz se encuentran en el descenso, que es un abandono del ego y tiene una equivalencia con el tiempo del desierto, donde se abandonan tantos obstáculos al ascenso, que es el amor. En los momentos en que estás desconectado de las demás personas, estás realizando trabajos en el interior de tu alma, que son los que luego permiten el ascenso al amor, que en otras tradiciones se puede denominar como vuelo de Kukulcán, la serpiente emplumada.
El águila del vuelo tiene como oculto el enlazador del desapego, porque el águila no puede volar si no se despega.

El descendimiento, que es un vaciamiento del ego, agranda la capacidad del amor, como si el alma fuese un recipiente del amor, y eso te prepara y te actualiza para entrar en lo óptimo.
Moisés, como hombre viejo, se transforma en Josué como nuevo inicio en el desierto, y David, donde la tierra prometida se transforma en reino o sea real, primero es el más pequeño, un niño, un inicio, y cuando ya encarna en hombre viejo se transforma en Salomón, rey de paz como hombre nuevo.
Todos son la misma persona, o sea todos son aquel que quiera encarnar el arquetipo, vivencialmente. SON VIVENCIAS DE LO ÓPTIMO.