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Puede parecer otra cosa pero la tecnología es también un medidor del tiempo. Es como un reloj.
Podemos hablar de la edad de la piedra, edad de bronce, edad del hierro, edad de los metales…
Podemos hablar de prehistoria como tiempo anterior a la historia, que es el tiempo de los documentos escritos. Y en el tiempo presente, algo más actualizado, podemos hablar del tiempo de las máquinas de vapor, de antes o después de la fotografía, de la época de los transistores, del tiempo de las redes sociales o del tiempo de los viajes espaciales.
Es decir, de alguna manera la tecnología sirve como referencia y como datación.

Por eso hay sucesos que aunque no se recojan como marcadores del tiempo en realidad sí lo son.
Durante algún tiempo, tiempo cercano pero ya pasado, ha sido necesario el avistamiento de objetos no identificados, OVNIS, para demostrar la existencia de seres celestes. Se demostraba que no solamente existían personas o conciencias individuales en la tierra, sino que también había otras conciencias, celestes, de dimensiones superiores.
Estaban recogidas en todas las tradiciones pero ahora eran recogidas con el marcador de la tecnología, mostrando un final de proceso.

También nosotros desde nuestra tecnología, es decir, desde el desarrollo realizado a través de las propias experiencias, hemos llegado a un nivel en el que hemos comenzado a explorar el cosmos.
En este sentido, en el año 2012 se activa un marcador que nos muestra un nuevo tiempo y que indica que ya no es necesario que se produzcan avistamientos para poder hablar de seres celestes, sino que los seres celestes ya están; ya estaban, pero ya están en tu nivel relacional.
Se trata del descenso desde la estratosfera de un ser humano, sin necesidad de pilotar ninguna nave espacial, solamente con un paracaídas.
Nos estamos refiriendo al feliz jardinero de los árboles, Felix Baumgartner, que pone de referencia con este nombre resonante que dentro de cada persona hay un árbol, un ser generoso, sabio y pacífico, y una expresión de la fuerza amorosa de la vida.

El momento en que sucede esto es el 14 de octubre del año 2012, que está en relación con otro viaje enlazador sucedido 520 años antes, y también está relacionado con otro viaje enlazador sucedido 52 años antes. Estamos hablando de fractales, que pueden ser reducidos al número 13, a la onda encantada, a la transcendencia.
52 años antes sucedía el primer viaje espacial y 52 años después ese viaje espacial que era entrar en el cosmos, se ve cómo descender desde el cosmos.
Y 520 años antes, desde el golfo galáctico, que es como se llamaba al golfo de Cádiz en la desembocadura de los ríos Guadiana y Guadalquivir antes de la llegada de romanos o griegos, se produce un enlazamiento con el nuevo mundo; un enlazamiento galáctico.

Desde la cultura griega se reconoce al sur de la península ibérica como el jardín de las Hespérides. Es el lugar donde se encontraba Tartessos, que es lo que se conoce como la Atlántida.
Los atlantes, que eran los tartesos, estaban conectados con América, y aunque mucha gente desconozca este hecho, ya desde el siglo XVI es propuesta la similitud étnica entre los tartesos, primeros habitantes de la península ibérica, y los habitantes de América.
De modo que el viaje enlazador era una reconexión y un restablecimiento.
De la misma forma podemos decir que la conexión con los seres estelares es una reconexión. Los serse humanos también son seres celestes y viajeros galácticos.
Establecer esa conexión también es despertar.

¿Era céltico el más antiguo nombre conocido del Golfo de Cádiz?