CALENDARIO MAYA – VÍA TZOLKIN:

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Las palabras sirven para nombrar las cosas, y nombrar las cosas sirve para crear imágenes, que ya no son cosas, y para hacer aparecer esa realidad espiritual presente en la segunda realidad, dialogando entonces con el espíritu.
Las palabras sirven para nombrar cosas y describir una realidad formada por cosas, pero posteriormente sirven para hacer aparecer imágenes, que ya no necesitan un soporte material, sino que están permitiendo aparecer una realidad espiritual. A través de esas imágenes puedes empezar a establecer un diálogo con lo que no tiene o no necesita un soporte material, pero que admite o se sitúa en ese terreno intermedio, donde en parte perteneces al mundo de las cosas, porque tienes un cuerpo, pero también al mundo espiritual, ya que simplemente cerrando los ojos o escuchando palabras puedes situarte en esa realidad espiritual.
Ese terreno intermedio es la cuarta dimensión. Quizá no la reconozcas inmediatamente como otra dimensión, pero hay un momento en que sí puedes hacerlo.

Entonces, puedes empezar a expresarte desde lo espiritual, al reconocer que describes cosas como análogas de otras, aprendiendo así nuevos conceptos.
De hecho, ese es uno de los primeros pasos de las lenguas, nombrar cosas nuevas utilizando conceptos antiguos ya conocidos. Puedes decir que una llanura elevada es como una mesa, es decir, una meseta, o que la punta de una montaña es igual a la boca de un pájaro, a su pico.
Puedes empezar a establecer un conocimiento que se abre a través de la identidad y la semejanza, es decir, de la analogía. Por ejemplo, relacionando “generar” con “generosidad”. Generar es crear o hacer aparecer cosas nuevas y una persona generosa es alguien que siempre tiene nuevas cosas que dar.
También puedes establecer que el hombre vuela cuando se eleva y que hay determinados pensamientos que tienen esa fuerza elevadora, como hay determinados pensamientos, palabras o expresiones que te hacen descender. Y encontrar, por ejemplo, que aprovecharse de otras personas es actuar como un parásito.

El espejo establece analogías, porque ves una cosa igual que otra; ves que algo que tienes en la mano es análogo o similar a algo que tienes en el espejo, o que tu imagen en el espejo es análoga a la que tienes de ti o que puedes reconocer. De alguna manera la aparición del espejo te sitúa ante un nuevo concepto, el concepto de la segunda realidad.

La existencia de un espejo, que también puede ser el agua de un lago, te habla de la existencia de una doble realidad. Al aparecer una doble realidad ante tu conciencia, se abre la posibilidad de actuar en esa segunda realidad, es decir te sitúa ante una realidad espiritual, a la que también accedes a través de las imágenes y pensamientos que puedes evocar. Eso también sucede en los sueños.
Al evocar imágenes de lo que has vivido, has hecho o cómo lo has resuelto, puedes encontrar cosas que no te gustan e incluso tratar de ocultarlas ante los ojos de otros, precisamente porque no te gustan. Y no te gustan porque no te hacen sentir bien.
Ahí ya empieza a aparecer un componente que no está en la realidad de las cosas, o sea en la dimensión de las cosas, pero sí en esa otra realidad que también podemos llamar dimensión, donde las imágenes son las cosas, de modo que no necesitan el soporte material. De alguna manera evalúan lo que haces, no por el éxito que has tenido, sino por otra cosa, que es algo inmaterial asociado a tu comportamiento.

Eso nos sitúa ante un escenario extraordinariamente singular, asociado a lo que en las antiguas civilizaciones de los creadores de las pirámides se consideraba relacionado con el dios o la fuerza creadora de todas las palabras, que es el llamado “dios” Thot. El dios Thot es el creador de todas las palabras, pero también aparece como el escriba que en el juicio de Osiris pone palabras a todos tus comportamientos. La importancia de tu comportamiento era tal que determinaba si ibas a pasar a la dimensión de la maravilla o no.
Aquí tenemos que señalar que “pasar” es algo fundamental, y que si queremos traducirlo a otro lenguaje maravilloso diríamos que es “hacer Pascua”.

Entonces resulta que, de alguna manera, en esa dimensión intermedia donde hay palabras, pensamientos, sueños y acciones, sucede algo transcendente, y hay un momento en que de repente tú eres consciente de ello. Ese momento le puedes denominar como “EL PRESENTE”.

El presente no es el tiempo que está pasando, sino el tiempo, gracias a Dios, en que puedes modificar tus acciones. Es el momento abierto para pasar.
Cuando reconoces que hay otra realidad, ya puedes iniciar el diálogo con esa otra realidad, y el camino se abre.