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El tema de María Magdalena es el de la dualidad: cuándo pasa, cuándo se integra, cuándo se encuentra la unidad. El tema de maría magdalena es el paso de la dualidad a la unidad, pero desde la dualidad.
Hablar de María Magdalena es hablar de cómo reencontrar la unidad.

Esa dualidad aparece en los dos tipos de personas que “siguen a Jesucristo”. Seguir a Jesucristo es lo mismo que decir que conectan con dimensiones superiores, es decir con la dimensión Dios.
Unos siguen a Jesucristo como respuesta al “ven y sígueme” y otros como respuesta a que se ha producido una alquimia interior, una transmutación.

Según relatan los evangelios, hay personas, como los llamados discípulos, que siguen a Jesucristo como respuesta al llamado que les hace de “ven y sígueme”, encontrándose ante una energía exterior que ellos contemplan. Ellos ven milagros y sucesos extraordinarios. Ellos los ven, pero no les suceden.
Mientras, otras personas, que aparecen como María Magdalena y otras mujeres, le siguen porque les ha expulsado los demonios interiores o producido sanaciones. Es decir, han transmutado en contacto con esa energía.
Unos lo ven y otros alquimizan, transmutan o experimentan en su propio ser interior.

Ahí se presenta una dualidad. Los que experimentan transmutación se asocian con la energía femenina y María Magdalena, mientras que los que ven señales y son llamados o atraídos por esas señales, son llamados discípulos.

Los que han experimentado la transmutación y la alquimia, es decir, los englobados en la experiencia de María Magdalena, son los primeros en encontrarse con la resurrección y los que completan la enseñanza, con su palabra, a los discípulos.

Por eso es importante ver y mirar en tu vida tu transformación, tu alquimia, porque eso es lo que vas a poder contar. Y eso es el Cristo que dice “ven y sígueme”.