CALENDARIO MAYA – VÍA TZOLKIN:

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Por favor, no se me disgusten. No queremos ofender a nadie ni herir ninguna sensibilidad.
Y por favor, tampoco se lo crean, porque no hablamos desde ninguna sabiduría que esté metida en nuestro bolsillo y de vez en cuando la saquemos a pasear.
Solo hablamos desde la ignorancia, simplemente por falta de estar sustentado en verdades oficiales; también hablamos desde la insolvencia, porque por muchas cuentas que tenga, siempre los números son rojos, lo cual obliga a hacer equilibrios, que lo bueno que tienen es que te mantienen alerta, incluso te mantienen en forma ya que te invitan a tarzanear, o sea a saltar de una liana a otra.

El caso es que de repente lo miras y aparece evidente. No es que parezca evidente, sino que es evidente.
Este año parece que la energía del 7 del 7, presente todos los años por estas fechas, al asociarse con otro 7 proveniente de la suma del 2+0+1+4, que en realidad es un 20+14, aparece como más importante, o sea emite luz propia. Claro que el 20 es el sol y la iluminación, y el 14 es el mago, pero también el amor incondicional como expresión de la onda 14 del perro.
El 7 del 7 TAMBIÉN es una resonancia presente en el 2012 en el código maya, año tormenta 7, ya que la tormenta como onda es un 7 y el tono que aparece es el tono 7. Encontramos que está presente la resonancia, aun de forma lejana.

Sin embargo, en este año 2014 aparece este 7 del 7, que todos los años es San Fermín, asociado a la cruz llamada orlada por Parravichini.
La cruz que Parravichini llama orlada y que en este año parece querer desvelar parte de sus contenidos proféticos, es decir de comunicación con dimensiones superiores, es una cruz en un redondel. El orlamiento es un círculo y la cruz orlada es una cruz en un círculo.

La primera evidencia es que la plaza de San Pedro contiene una cruz orlada, porque tiene una cruz y también unas columnas en círculo. Incluso aparecen dos cruces, que pueden ser vistas bien como dos cruces, o como una cruz y una X. Es decir, hay dos líneas que se cruzan apuntando al norte, sur, este y oeste, y utilizando el mismo centro hay otras dos líneas que apuntan al noreste, noroeste, sureste y suroeste.
Por supuesto, la ciudad de Roma, que contiene gráficamente en su nombre la figura en espejo del amor –gracias Don Matías-, también contiene intrínsecamente al 7, ya que Roma-amoR es también llamada la ciudad de las 7 colinas, y hay que añadir el 7 de la columna resonante de Roma-amoR. De ese modo, la plaza del Vaticano también es un 7-7.

Pero básicamente el 7 del 7 es San Fermín, donde también encontramos un redondel, es decir aquello que hace a una cruz, orlada, siendo el redondel una plaza de toros.
La plaza de toros gustará o no gustará, pero es un lugar ancestral; un lugar sagrado, guste o no guste, que realiza un rito quizá incomprensible, donde también pudiera ser que estuviera presente el Roma-amoR, o por lo menos el amor.
Aquí les vuelvo a pedir que no se me ofendan y que no me hagan caso, porque soy totalmente insolvente.

Sin embargo, toda cruz significa unión, y en nuestra dimensión el momento sagrado de la unión se expresa por la unión hombre-mujer. La unión hombre-mujer expresa lo sagrado que crea, sostiene y expande la vida y que ADEMÁS es puerta auténtica al salto cuántico dimensional. Más allá de todo lo mental y de lo sabio, el salto cuántico expresa el amor, o sea la emoción.

Quizá algunas personas lo sepan, pero quizá muchas otras lo desconozcan. En la plaza de toros, el toro es la energía masculina y el torero es la energía femenina. Por eso el torero lleva un calzado que también utilizan hoy en día las mujeres, y una forma de vestir que muestra su contorno. Pero este vestido es un vestido de luces, que es el vestido de la mujer hoy; de la mujer de hoy, hoy, cuando ocupa el presente y se viste de luz, que es su luz interior, algo que también es una invitación al hombre para encontrar esa luz que necesita, porque si no, no sabe a dónde ir.
El torero en su arte es el que despierta la casta del toro, como la mujer despierta lo real en el hombre.

Creo que había alguien que cantaba “1, 2 y 3, tres banderilleros en el redondel”. La mayoría de los toros encuentran su final en la plaza, y ese es el camino ordinario para el ser humano, encontrar su final en la plaza, o sea la realidad cotidiana.
SIN EMBARGO, existe para todo toro un camino a la inmortalidad, que es cuando es indultado. También para cada hombre existe un camino para la inmortalidad, que es franqueado desde el amor.

El arquetipo femenino expresado en código Cristo presenta a la Virgen sustentada por la luna y su manto lleno de estrellas: “Una gran señal apareció en el cielo: era una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Apocalipsis 12).
Este manto es un traje de luces, pero también es expresión de la sociedad de la estrella.