CALENDARIO MAYA – VÍA TZOLKIN:

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grupo de árboles small

(12/4/2014)
A través del sentir tú puedes reparar.
A través del sentir tú puedes restaurar la red que une a todos los seres humanos.
A través del sentir tú puedes recuperar el daño, sanar el karma y restablecer la totalidad armónica en la parte de la red que te corresponde a nivel personal.

Puedes sanar tus raíces porque son una parte de la red.
Puedes sanar tus raíces a nivel personal pero también a nivel grupal, en relación a todas las personas con tu misma información genética, y a nivel del arquetipo humano.
Claro que para eso necesitas ampliar el recorrido del sentir; necesitas expandir y encontrar la actividad posible expandida del sentir.

El sentir es utilizado normalmente como expresión de la individualidad. Es vivido normalmente como algo individual: “yo siento”, “yo siento mucho, por eso sufro o gozo”, pero siempre “yo”. Sin embargo la empatía es un compartir del sentir. A través de la empatía sientes, de forma demostrada y demostrable, lo mismo que otras personas.
Eso sucede en su forma más elemental, porque en realidad la emoción es una vibración y el sentir es una vivencia vibracional.
Pero es una vibración que permanece, de modo que cada vez que pasas sobre ella, la puedes sentir. De hecho muchas veces creemos que sentimos desde nuestro ser individual, pero no se trata de una experiencia individual, sino que sentimos la emoción vibrando con una característica que podríamos denominar atemporal, porque no es de ese momento aunque está presente en ese momento.
De esa manera a través de la emoción también entras en lo atemporal, que está sustentado por el tiempo –gracias tiempo-. El tiempo sustenta lo atemporal, en muchas ocasiones como un regalo para ti, para el ser que vive.

El sentir permite restaurar y restablecer la red, sanar el karma, reparar el daño y reconstruir la totalidad. Es una herramienta muy importante que precisamente se abre en este tiempo.
Este es el tiempo donde la expansión de la conciencia te permite conectar con el sentir.

Nosotros somos, como personas, la parte emergida o exterior de un iceberg, donde hay algo que se ve y algo que no se ve, aunque están unidos.
También somos como el árbol, que tiene algo que se ve y algo que no se ve. El árbol se expande en la parte que se ve en relación a la luz, captando luz, y se expande en la parte que no se ve en relación a la tierra, mediante las raíces. De hecho hay raíces que emergen en varios árboles, y en muchos momentos una raíz puede aparecer exteriormente en varios árboles. Las raíces se unen formando un entramado en la parte no visible, aunque lo más habitual es que una raíz sea de un árbol, pero no siempre.
También los árboles en el exterior pueden unirse y enlazarse, porque el árbol es enlazador.

El ser humano también es enlazador.
Es muy importante recuperar la característica enlazadora del ser humano, su característica semilla y su característica árbol.
A todas las personas nos sucede lo mismo. Tenemos unas raíces, pero si están cortadas no te puedes expandir en el exterior. Por eso es importante recuperar la malla y la raíz, porque la raíz es una malla y por eso se unen.
Si cortas las raíces a un árbol, solo permites que sea un bonsái. Puede ser divertido si eres un voluntario bonsái, pero si no lo eres solamente sentirás que estás limitado. Quizá le eches la culpa a la sociedad o al otro, pensando que es el que no te quiere o respeta, pero la limitación está en tu raíz.
Por eso ahora es un momento adecuado para sanar la raíz, y es posible a través del sentir, desde donde puedes desplegar tu totalidad y dejar de ser un bonsái.

Encontrar en tu sentir qué vivencias son ancestrales no es una tarea de la atención ordinaria, sino de la expandida. Es un momento donde puedes llegar adentrándote en ello, escuchando, abriendo tus escáneres e intentando comprender qué sientes, por qué tienes manía a una persona, por qué  tienes fobia a una situación, por qué odias y por qué amas, y encontrar qué parte es tuya y qué parte no lo es.
Eso permite sanar, reposicionar y recuperar. Se trata de sentir y sanar.

El Tzolkin nos enseña que se trata de sanar a través del espejo, donde “yo soy otro tú, y tú eres otro yo”. Tú quieres ser la víctima, pero eres los dos; quieres siempre ser justificado, pero eres lo justificado y lo no justificado.
Cuando “tú eres otro yo”, eres otro yo en la víctima y eres otro yo en el victimario, y reparar es sanar en las dos vertientes. Por eso es importante el amor, el agradecimiento y la vibración del mundo emocional, que te introduce en un estado de conciencia y crea una realidad nueva.

La perfección está en el programa y precisamente por eso es fácil, porque no tienes que crearlo; ya existe y solo tienes que encontrarlo, contemplarlo y quererlo, desarmando la parte reactiva, que dice no, y potenciando la parte que dice sí, sí quiero.

Sí gracias. Todo es posible.