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Estamos los seres humanos, y cuando nacemos, nacemos en una realidad que en parte es visual y en parte es hablada, o sea, responde a la palabra y puede ser expresada a través de palabras.

Los seres humanos nos encontramos primero en la realidad que vemos. Si no viéramos los objetos materiales de la realidad donde estamos, nos golpearíamos contra ellos.
De modo que… iba a decir “evidentemente”, pero ese mismo adverbio ya demuestra que estamos en una realidad “evidente”. Lo que quiero decir es que “evidentemente”, si no vemos, nos golpeamos, despeñamos o caemos. Es “evidente” que el ver nos permite situarnos en medio de todas las cosas y también crear cosas.
De modo que es “evidente” que vivimos en una realidad visual, que, al mismo tiempo, aprendemos a convertirla en palabras, y así podemos dar instrucciones, explicaciones o descripciones, aprendiendo a hacer cosas que no hemos visto.

También podemos elaborar conceptos abstractos, que expresan la realidad más allá de lo visible. Puedes hablar de emociones, que no necesariamente son visibles, ya que se pueden fingir u ocultar. También puedes hablar de lo que te une a otras personas, que tampoco es visible, como la procedencia, raza, nacionalidad, creencia o cultura, donde entra la filosofía y la religión.
Todo esto son realidades que se crean o aparecen a través de palabras, porque no son visibles. Tus creencias no son visibles. Es visible el color de tu pelo o tu estatura, pero no son visibles cuáles son tus valores.

Entonces, por un lado hay cosas que son visibles y a través de nombrarlas se aprende un lenguaje. El lenguaje permite construcciones invisibles que expresan tu interior. Pero es que tu interior es tan real como tu exterior, porque va a condicionar tus actos. Si tu interior tiene miedo, va a condicionar cómo te relacionas con las personas. Si tu interior tiene amor, va a condicionar cómo te relacionas con las personas y también con la vida y con las plantas. Si tienes respeto u orgullo, también va a condicionar cómo vives.

En un momento determinado es importante ser consciente de cómo se generan esos valores, esos conceptos que no son cosas. Es importante ver qué imágenes mentales, no ya físicas, dan soporte a esos valores, y cómo se generan y aparecen ante tu conciencia. Esos valores mentales tienen también imágenes, como las cosas, ya que con los ojos cerrados también aparecen las imágenes de las cosas que no estás viendo.

Hay un momento determinado en que la persona puede preguntarse por qué aparecen en su interior imágenes de injusticia o de inseguridad. “¿Por qué creo lo que creo?, ¿cómo construyo la imagen de la víctima o la imagen del desprecio o la inseguridad?
Esas imágenes pueden aparecer de forma reactiva, por procesos donde no ha entrado la conciencia. Entonces, estás actuando reactivamente, y en esos casos no eres libre, sino máquina o engranaje. Eso te hace perder humanidad al perder libertad.

Al actuar como máquina te alejas de ser humano, entendiendo que como humano estás traduciendo la realidad Dios en esta dimensión.