Es un hecho relevante que merece ser subrayado. Nos referimos al componente sanador intrínseco en el simple diálogo.
Puede parecer que colaborar en la sanación de una persona necesita grandes conocimientos. Sin embargo, simplemente el diálogo, que en el código Tzolkin está expresado no de forma casual sino sin duda con mucha intención por el sello del viento, es profundamente sanador.
El intercambio de palabras, sobre todo con una carga emocional amorosa, despierta unas reacciones químicas que en el caso de una persona que se encuentra bajo condiciones enfermantes, física o espiritualmente, activan la sanación.
La simple atención ya mueve y transmite, posiblemente a través de la red de neuronas espejo que une a todas las personas, sobre todo si colabora o coopera la conciencia despierta, un flujo vital.
Todas las personas somos sanadores desde el amor cuando permitimos que esas conexiones espirituales se activen. Y en ese sentido es importante saberlo, conocerlo y quererlo.
Todo es posible y en este momento de la humanidad, más. Precisamente como todo es posible, también es necesario vivenciarlo.
La conciencia de la que hablamos anteriormente pertenece a la dimensión del alma, donde nadie es enemigo y todo lo más es alguien que ha perdido el rumbo.
Dentro de cada persona hay un ángel, un ser alado, un águila, la paz de ver la maravilla y vivirla.
De hecho, estamos viviendo algo que podríamos denominar la recuperación del vuelo.