CALENDARIO MAYA – VÍA TZOLKIN:

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pirámide Chichén Itzá
Está claro que ellos lo dejan ahí para algo.
Está claro que lo dejan ahí precisamente para que nosotros, los seres humanos del siglo XXI, que acudimos a la llamada del colibrí, del resucitado y del gozo espiritual, lo encontremos y veamos, nutriendo y reforzando nuestra alma.

Los hermanos Itzáes, aquellos chanes que descendieron por el río Usumacinta, que procede de la zona de Guatemala y desemboca en el golfo de México, en el Caribe, dejaron unas huellas para nosotros, que nos asomamos a esa realidad más de 1.000 años después.

Dejaron allí esa pirámide de Chichén Itzá, cuya base es un cuadrado y contiene 91 escalones.
Es una pirámide truncada, que desemboca en esa altura de 91 escalones en otro cuadrado donde se encuentra el templo. Ellos lo dejan ahí para que nosotros lo veamos.
Los 91 escalones marcan dos niveles, 90 por un lado y el último que da soporte a un templo, dedicado al dios de la lluvia y la fertilidad, al dios de esa energía femenina, maternal, nutritiva, instructiva y amorosa.
Los 91 escalones por cada uno de los 4 lados dan un total 364 escalones. Añadiendo el acceso al templo resulta la cifra de días posibles del año, 365. Puedes estar ascendiendo en un escalón, por uno u otro lado, o puedes estar en el templo.

Claramente se ve que los 90 escalones de esa base 4 dan la cifra de 360, que corresponde al año civil reconocido como maya. Son días laborables y luego hay 5 días en la forma de 4+1, que son días dedicados al contacto con los dioses, reproduciendo el calendario egipcio.
Eso está puesto aquí para que lo veamos y encontremos la similitud: 360 días de labor y 5 días de no labor. En el calendario egipcio se llaman epagómenos y son días creados con la energía de la luna.

Si utilizamos el sistema de “todo nos vale” o “yo soy de todas las culturas” al hablar de la luna según el código Tzolkin se trata de la quinta dimensión, quinto color, el color verde y el éter.
La luna, las emociones y el inicio de quinto castillo confieren a esos días la característica de días espirituales. Popularmente se dice que son días no fastos, porque estamos situados en la dimensión del éxito y del fracaso.
Pero llamamos días no fastos sencillamente a los que son espirituales, donde trabajar es un error y no es necesario. Es nefasto trabajar, al ser días espirituales, pero no porque sean días con negatividad, sino al contrario, días plenos de positividad.

Entonces, encontramos que esta pirámide de Chichén Itzá con sus 90 escalones por 4, más un nuevo escalón por 4, más un templo, producen 365 lugares, pero divididos en 360+4+1. El último día es el día sin tiempo, que no es un escalón sino otra cosa. Por eso sabemos que no son 5 sino 4+1.
Esto nos sitúa en algo que está magníficamente expresando el año, para que nosotros lo podamos ver.

También resulta que curiosamente eligen el 90, es decir, están hablando del ángulo recto que tiene 90 grados. Son 4 ángulos rectos de 90 grados, diseñando así una circunferencia de 360 grados.
360 grados es lo que determinamos como movimiento de tierra alrededor del sol. El sol va apareciendo en cada uno de esos grados, pero ya no en un sistema de 13, sino en uno de 12, que es el nuestro, el que se utiliza en el viejo mundo. Es la circunferencia dividida en 12 sectores de 30, apareciendo por ejemplo los signos del zodiaco o indicando el sol donde está en cada grado mientras avanza para completar la circunferencia.

Esto nos da una idea de que estos magos del amor que son los Itzáes, que nos están hablando en la distancia, afirman que ellos conocen que la tierra es redonda. Ellos son los que han traído a las naves del viejo mundo a la llamada del colibrí
Aquellos que se enfadan con esto deberían preguntarse por qué. Cuando tu te enfadas, qué tienes por dentro, ¿amor o desamor? Es una pregunta muy simple. El doctor Bach lo expresó con Holly. Rasca y verás qué hay debajo.

Estos magos en el amor, estos mayas cósmicos, que nos convocan a todos, merecen ser reconocidos y honrados. Reconocidos porque precisamente convocan a todos y honrados porque nos preparan para esa dimensión donde todos son importantes y todos necesarios.