CALENDARIO MAYA – VÍA TZOLKIN:

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El juego del espejo es la vida del ser humano. El juego del espejo, o sea mirarse al espejo, que es Tezcatlipoca, es lo que hace el ser humano, que es Quetzalcóatl.
Quetzalcóatl se mira al espejo, que es Tezcatlipoca; Quetzalcóatl se mira en Tezcatlipoca. Y si lo que ve no le gusta, inicia un camino, se marcha, peregrina y viaja hacia las estrellas, hacia lo óptimo.
Quetzalcóatl es el ser humano, o sea tu, y se mira en el espejo, en la realidad Dios o realidad de dimensiones superiores. Tezcatlipoca es la imagen que desciende del cielo cuando miras al cielo y lo óptimo. Tu imagen desciende de lo óptimo a ti; lo óptimo te devuelve tu imagen, que es Tezcatlipoca que desciende.
Tú te miras en el espejo de Dios y lo que ves son tus acciones desde la óptica y visión superior. Puede ser que te horrorices, porque te das cuenta de que no estabas siendo tú y no estabas en lo óptimo, y eso te mueve a modificar tus acciones, o sea a ser tú.

Hay dos momentos, uno cuando te miras en el espejo y no ves descender a Tezcatlipoca, que eres tu; cuando tú no acudes al encuentro de ti mismo, sino que lo que ves, te horroriza.
El otro momento es cuando Quetzalcóatl, que eres tú, mira en el espejo y ve descender a Tezcatlipoca, que es su ser espiritual, su ser del cielo, su ser óptimo.
Un momento es cuando te miras al espejo, que son tus acciones, y no ves lo óptimo, y el otro es cuando te miras en el espejo, que son tus acciones, y ves que a través de ellas aparece lo óptimo. Es otro tiempo, que traduce otra dimensión.
Entras en la dimensión de lo óptimo a través de lo que haces, que previamente has reconocido a través de lo que ves.

Eso tiene que ver con el mago. La onda del mago termina en el enlazador, enlazando con otra dimensión. Pero en el nivel oculto la onda del mago tiene que ver con el águila (onda del águila a la mano).
El águila es el que ve, como Tezcatlipoca, mirándose en el espejo. Y ese Tezcatlipoca, que es lo que ves en el espejo, te lleva a la mano, a la impecabilidad de la acción. Entonces, en la onda del águila se une el ver la maravilla con la impecabilidad de la acción.
El águila y la mano acompañan al mago, que se convierte y llega a ser un enlazador transcendente.