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10/2/2017
Es como si la palabra fuese un tipo de energía perteneciente a otra dimensión, diferente de esta, pero que también está en esta.
Esa energía es activa en esta dimensión porque los seres humanos utilizan palabras, pero en realidad es embajadora o representante de otra dimensión, ya que el ser humano también pertenece a otra dimensión y está en esta dimensión, como lo demuestra y atestigua su cuerpo.

La palabra pertenece a una dimensión distinta del cuerpo, porque en esta dimensión de cosas, cuerpos y seres vivos que no hablan, el único que habla es el ser humano. Los animales no hablan con palabras. Los árboles no hablan con palabras. Solo el ser humano habla con palabras.

La palabra tiene la capacidad de hacer presente la cosa nombrada, pero sin cuerpo. Sin cuerpo, pero sí con energía, porque en determinados momentos, aunque quizá no en todos, el simple hecho de nombrar algo produce modificaciones medibles en el ser humano.

Nombrar algo lo evoca y hace presente.
Quizá simplemente al nombrar algo, aparece mentalmente la imagen. A veces no sucede porque mentalmente no estás atento a esa evocación, sino a lo que estás haciendo.
Al aparecer la imagen, se mueve por la red de neuronas espejo y se producen cambios en las personas. Eso solo es producido por nombrar, por decir el nombre que sea.

Es demostrable kinesiológicamente, ya que al decir un nombre la persona tiene una reacción muscular, medible y comprobable.
Eso nos muestra que la palabra, que es activa en esta dimensión, también está conectando con una dimensión donde las cosas, las personas y los seres no necesitan un cuerpo.