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18/2/2017
Las palabras son ayudantes. Son nuestros aliados angélicos. Podemos creer que las palabras son cosas inertes, pero, como expresión y embajadoras de dimensiones superiores, son ángeles y fuerzas vivas llenas de vida.
Claro que para encontrar eso necesitas haberte encontrado con tu ser espiritual y haberlo reconocido. Entonces, las palabras se convierten en fuerzas vivas, con fuerza propia activa que crea la realidad.

Las palabras pronunciadas desde la integridad te rescatan de la incoherencia y te hacen más íntegro, en un feedback que se retroalimenta. Por eso, ante la imagen de una persona, aunque no necesariamente ante su presencia física, puedes decir “gracias”, decir “perdón” y decir “te amo”, y entonces situarte en la integridad. Desde la integridad todas las afirmaciones toman fuerza y te construyen, porque te conectan con tu ser auténtico. La integridad da plenitud a la palabra, porque su vibración transciende el tiempo y el espacio.

Por eso son útiles las crisis, los momentos donde se demuestra que has perdido el rumbo. Son los mejores momentos para encontrarlo, pero desde la integridad.
Los momentos donde parece que eres una víctima son los apropiados para abandonar definitivamente ese juego, porque no eres una víctima ni lo has sido nunca, y puedes agradecer a las personas que antes odiabas, ya que ellas te ayudan a encontrarte con tu ser espiritual; te ayudan a ser libres.
Las palabras son nuestros ayudantes, siempre dispuestos.

En la mitología egipcia el dios Thot es el inventor de la escritura, pero también de todas las palaras. Con la palabra “dios” queremos nombrar un concepto científico, es decir, experimentable, en una época en la que todavía no se había inventado la ciencia experimental tal y como la concebimos ahora.
Entonces, este concepto que nombramos como Thot era el inventor de todas las palabras. Conocía todas las palabras que una persona había dicho, pensado y escenificado. Thot reconocía las palabras dichas, pensadas y también las transformadas en acción, y con una balanza las pesaba, ya que era el encargado de determinar que una persona podía entrar en una dimensión superior.
Él inventaba las palabras para ayudar a las personas a liberar su alma. Por eso las palabras son ayudas para entrar en la dimensión del gozo, el amor y la paz. La palabra dicha desde la ecuanimidad, el amor y la paz, permanece, mientras que las otras desaparecen, porque no son reales.

Las palabras son nuestros ayudantes celestes. Tu simplemente las pronuncias desde el corazón y ellas se encargan de todo. Te abren todas las puertas.