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La física cuántica pertenece al ser humano. Todos los seres humanos participamos en los encuentros que realiza una persona concreta dentro de esa secuencia de hallazgos que va creando y modificando constantemente los contenidos de la física cuántica. Toda la humanidad estamos asociados, sosteniendo la realidad desde algún nivel, porque si la escalera por la que asciende una persona no tuviera peldaños y patas, esa persona no llegaría tan alto.

Toda la humanidad estamos presentes en los hallazgos de algunos sabios excepcionales en su capacidad de abstracción, que van configurando todo ese trayecto que aparece como física cuántica, que, por otra parte, está en permanente modificación.
En eso es diferente de algunos conceptos de otras sabidurías, que son más estáticos. Sin embargo, la física cuántica, sus conocimientos, se modifican cada día, por la aportación de nuevos estudios.

Si nos situamos en la física cuántica, es como el esfuerzo de una persona invidente por explicarse la realidad. Es como una persona invidente, por otra parte excepcionalmente lúcida, que se está explicando aquello que no ve, pero que toca. Y luego hace como reflexiones. Si aquello era así y ahora aparece “asá”, pues entre medias sucede tal o cual cosa.
Esa persona invidente está tratando explicarse cómo es la realidad que no ve, pero que toca. Intenta explicar el vacío entre lo que toca y lo que no puede tocar, y a través de sus consecuencias necesita encontrar esa explicación.

Sinceramente es maravilloso y admirable ese esfuerzo. Es un camino maravilloso.
Pero también existe el camino del chamán, de aquel que ve directamente y no necesita tocar. Ve la maravilla, como algo anterior a que suceda.