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(11/06/2015) riachuelo small

Las plantas y los árboles, esos monolitos, se nutren de luz solar.
También los seres humanos se nutren de luz, y además es importante hacerlo.
Que las plantas se nutren de la luz del sol está claro. Que los seres humanos se nutran de la luz del sol quizá no esté tan claro, porque se puede pensar que solamente se nutren de productos envasados, pero no.

Es importante encontrar la similitud entre el humano y el árbol, porque el árbol es un maestro, en el moverse, en el tiempo, en la comunicación e incluso en relación al agua.
El árbol es un maestro enlazador, igual que un humano transcendente.

Muchas veces desde lo masculino quisiéramos vivir en un mundo donde la mujer fuese reconocida. Quisiéramos hacerlo a veces desde las leyes, pero solamente la mujer dueña del agua puede recobrar en la conciencia su lugar cuando el hombre se transforma en un mago del agua, porque entonces la mujer ocupa su lugar celeste, ya que el agua es celeste cuando es luminosa.

Quizá no necesitamos leyes y órdenes, que siempre te mandan a la sumisión y no a la libertad -que es lo propio del humano y como máximo cuando están muy interiorizadas, de la máquina-, sino encontrar ese momento donde el humano es transcendente, que nosotros sabemos que está traduciendo la puerta al castillo verde como luna 1, donde el agua ya es celeste y expresa lo óptimo.
O sea, menos leyes y más corazón.