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17/2/2017
La palabra toca al ser espiritual y le despierta, de la misma manera que el ser físico toca las cosas que tienen forma.
El ser físico “toca las cosas que tienen forma”, porque como cuerpo está en la dimensión de las cosas, pero hay otra realidad y otra dimensión más allá de la forma aparente de las cosas, donde se encuentra el ser espiritual.
Es lo que en algunas tradiciones se denomina “la otra realidad”, algo que nosotros denominamos “la realidad más allá de la apariencia”, que es la realidad espiritual. La realidad espiritual es totalmente real.

La palabra toca y despierta al ser espiritual en el momento adecuado. Parte del trabajo espiritual es encontrar la coherencia con ese ser espiritual, reconociendo la realidad espiritual como más real que la aparente.
La coherencia con la realidad espiritual produce integridad, que entonces produce una palabra que crea realidad.

Hay dos tipos de palabras, las que surgen desde la integridad y la coherencia, y las que surgen desde la forma aparente de las cosas, que normalmente te arrastran por estrés a la guerra, porque tratas de defender lo tuyo, creyendo que lo aparente es real.
La realidad amorosa, que es la que da soporte a la vida en ese nivel no coherente, te permite y lleva a ser amigo de tus amigos, pero entonces haces una línea donde al otro lado se encuentran personas “insignificantes”, que en su extremo son enemigos.
Sin embargo, en la realidad espiritual que conoce una realidad más allá de la apariencia, todas las personas son otro tú, nadie es enemigo y no hay una frontera, porque todas las personas pertenecen al arquetipo y en ellas reconoces la realidad Dios.

Eso te introduce en una realidad sagrada, donde tu palabra siempre se cumple. No es ruido sino palabra y siempre se cumple, porque aparece desde el amor. Esa palabra es la que puede despertar el ser espiritual dormido en las demás personas.