Las cuatro direcciones, la brújula, te ayudan a encontrar el centro, que es el cinco, y entrar, o al menos encontrar, en la quinta dimensión, la conexión con el cielo, lo óptimo.
La tercera dirección, el azul en la formulación rojo-blanco-azul-amarillo, o el oso en la formulación águila-lobo-oso-bisonte cuenta qué HACER en el aquí y ahora, en el presente.
La tercera dirección muestra qué hacer. La cuarta, amarillo y bisonte, el fruto de lo que haces, expande el tiempo, sana el tiempo, inicia el tiempo de vivir viviendo, de ser siendo, porque tu acción es impecable.
Pero la quinta dirección abre la puerta del cielo. La quinta dirección, el centro de la cruz, abre la puerta del cielo. Es Hércules entrando como hijo de Dios Inmortal en el Olimpo; la escalera de Jacob; Quetzalcóatl, la serpiente que en su vuelo al cielo es Tezcatlipoca “siempre joven”;
Cristo en su viaje dimensional, abriendo la puerta.
Entras al cielo entregando, valor 6, y es al entregar canalizando, cuando eres canal por donde el amor, alimento de los dioses, desciende y hace dioses, hijos de Dios, recuperando el linaje divino para los seres humanos.
Esa canalización que abres desde la resonancia, canal, valor 7, llena el tiempo y rescata, en dirección al pasado, a tus ancestros y a todos los seres humanos de la muerte, al restituirlos como linaje divino. Amén y así sea.
José Cabal. Viatzolkin.com
