El mes de diciembre, que es el último mes del año en la tradición que actualmente está presente en todo el mundo actuando como año común gracias a la tecnología, comienza en la tradición yucateca como viento 3, donde tu palabra es luz como servicio, como resultado de sanar tus emociones como propósito.
El proceso contenido en el mes de diciembre finaliza como humano resonante que canaliza la energía del amor a través del enlazamiento, ya que reconoce a todas las personas como su familia, sus hermanos.
En la tradición quiché el inicio del mes de diciembre lo califica como tierra perfecta, el voluntario perfecto cuya palabra es luz. La vivencia de estas experiencias como propósito te sitúa en el sexto castillo equivalente del sexto sol, la sexta realidad.
El día 24 aparece como serpiente 13. Podemos traducirlo como el inicio de la conciencia de que la energía divina está en tu interior. De esta manera no hablamos de un acontecimiento pasado sino de un acontecimiento presente. El despertar de la conciencia divina, reconocer, aceptar y querer que la energía divina esté en tu interior, es el inicio (por eso es un nacimiento) de una forma nueva y diferente de vivir.
Y aparece calificado como serpiente 13, la sabiduría perfecta que te desliga de las leyes de la tierra, de la materia y te permite el vuelo, la entrada en la realidad del cielo.
Si dividimos la realidad en tierra y cielo, es un momento en que entras en el cielo. Y entonces se despierta la energía sanadora del amor, que está asociado a tu forma de mirar, a los ojos con los que estás mirando. Cuando estás mirando con los ojos de tu ser divino eres ese águila trascendente que está creando realidad maravillosa para todas las personas, porque los vínculos con todas las personas son de amor.
En la tradición quiché la serpiente 13 y el nacimiento de esa energía divina en tu interior aparece descrito como sol 7. Eres un canal de luz. La luz fluye a través tuyo gracias a tu forma de mirar desde tu energía divina.
El mes termina como humano resonante desde esa energía divina que sucede cuando ensueñas, es decir cuando miras con los ojos de Dios. Y en la tradición quiché eso está representado como mano 1. Tu acción es impecable, sanadora, llena de luz.
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