La materia inerte, la materia que
aparece en forma de piedras, de rocas y en niveles más profundos en forma de
electrones, protones, partículas subatómicas, no se ha transformado en materia
orgánica, en plantas, en insectos, en animales como un objetivo en sí mismo. Es
decir, el objetivo no es que aparezcan plantas.
La energía que contiene la madre
tierra no está destinada a que aparezcan plantas ni siquiera a que aparezcan
animales como fin en sí mismo, sino que está destinada a que aparezca el ser
humano. Cada elemento de la creación es como un peldaño que va aproximándose a
la aparición del ser humano.
Eso puede aparecer en forma de teoría
de la evolución, entendiendo la evolución como supervivencia. Sin embargo,
nosotros aquí presentamos la evolución como elevación. Es decir, lo importante
no es que por la tierra corran jabalíes, leones, conejos, y que procreen, coman,
defequen y vuelvan a dormir, correr, saltar, etc.
Lo importante no es que suceda
esto, sino que aparezca el ser humano, que además de hacer todas esas funciones
de procrear, comer, dormir y jugar, tiene la capacidad de conectarse con lo
invisible, con la realidad invisible de donde procede la realidad visible.
La realidad visible procede de una
realidad invisible y el ser humano, que pertenece a lo visible, tiene una capacidad
interior de retornar a lo invisible, de reconocerlo, honrarlo y nombrarlo.
Entonces, el ser humano en algún
momento de su despertar es como un puente que vuelve a conectar la realidad visible
con la realidad invisible, y por alguna razón, la motivación de esa fuerza que
aparece en lo visible, que aparece en la madre tierra generando vida, en su
último escalón es el ser humano, que con su conciencia y emoción vuelve a conectarse
con lo invisible. Hace como un círculo, vuelve a cerrar el círculo.
Todos los animales de alguna
manera acompañan al ser humano en ese viaje a la reconexión con lo invisible.
Son como fuerzas angélicas pertenecientes a lo invisible.
Entonces, es irrelevante el
disfrute de los animales, porque como tales fuerzas angélicas, es decir,
fuerzas que pertenecen a lo invisible, su auténtico disfrute es el cumplimiento
de su misión, acompañando al ser humano.
Que exista disfrute en la vida de
los animales es un espejo que está mostrando que existe disfrute en la vida de
los seres humanos, porque ellos ocupan la parte de hacer visible lo invisible,
favoreciendo el dialogo de la conciencia del ser humano con respecto a lo
invisible.
De la misma manera, el ser humano
no viene a ser similar a un animalito que salta, juega, corre, defeca y procrea,
sino a ese despertar de conciencia, a ese nuevo nacimiento de la conciencia que
le conecta con lo invisible.
Eso nos sitúa en que la realidad y
la felicidad no consiste en ser libre en la superficie de la tierra, sino ser
libre en esa conexión con lo invisible.
El ser humano no viene a ocupar un
lugar en lo aparente, con risa o con llanto, sino a reconocer a lo invisible,
nombrarlo, canalizarlo y vivirlo.
José Cabal. Vía Tzolkin.